viernes, 11 de julio de 2014

Caribañolas

“Estimados pasajeros, tenemos el gusto de anunciarles que la selección colombiana ha ganado 2 a 1 contra Costa de Marfil”, así habló el comandante del vuelo. 

Aún casi un mes después recuerdo la emoción de aquel 19 de junio. Había estado ansiosa durante las 10 largas horas de vuelo y sabía que el partido se acabaría minutos antes de llegar a Bogotá. Sentada junto a la ventana, podía ver ya las montañas y sin embargo todavía no me sentía en casa. Cuando por fin el avión se posó en la pista con el estrépito que caracteriza el aterrizaje, aplaudí, como todos los pasajeros lo hacen habitualmente al llegar a Bogotá. Nunca he sabido exactamente por qué lo hacen, tal vez en homenaje al piloto por haberlos llevado sanos y salvos a su destino, o en agradecimiento a alguna fuerza mística, o incluso de emoción por haber llegado a casa… Yo aplaudí más bien por no desentonar, seguía sin sentirme en casa. No había visto a Paula en más de 10 años. Mis recuerdos de ella son de la amable profesora que me enseñó a pegar un botón y a coser un ojal, mientras me corregía mi precoz fraseología costeña. O de la amiga de la familia quien me preparó mi primera lasaña, un plato que me pareció tan exótico por su elegancia europea. 

Cargada con esos cariñosos recuerdos me dispuse a pasar un par de días en su casa, en Bogotá. Paula me acogió con un maratón de cocina costeña. Me preparó patacones y posta negra, que no había comido en años, ropa vieja con arroz de fríjoles y juntas nos dispusimos a preparar bollo de yuca, cabeza de gato, enyucado y caribañolas. Y si cada una de estas preparaciones merece su receta en mi pedazo de blog olvidado, son las caribañolas las que tendrán hoy su homenaje. A pesar de ser uno de mis platos predilectos desde mi más tierna infancia, su preparación fue hasta hace poco un secreto. ¡¿Cómo?! ¡¿Las caribañolas se hacen con yuca molida?!

 Ingredientes 

4 libras de yuca, ojo con la rucha, pero como la yuca siempre ha sido un misterio… 
 2 libras de carne molida 
1 cebolla 2 tomates 
½ pimentón 
½ ramita de apio 
2 dientes de ajo 
1 cucharadita de trisazón 
2 cucharaditas de salsa negra

Los últimos ingredientes se mezclan según la tradicional receta de la carne molida, intentando que el resultado final quede relativamente seco. 

Se pela, pica y cuece la yuca en agua hirviendo hasta que esté cocida pero aún dura. Esta etapa es importantísima ya que determinará si haces efectivamente caribañolas o si te comes la yuca con queso y suero. En efecto, si la yuca está demasiado blanda, la preparación explota durante la cocción. La caribañola es uno de los platos más mortales de la cocina colombiana; si le tienes rasquiñita a alguien, solo invítalo a freír caribañolas a tu casa. También me suena como una frase que podría soltar mi abuela cuando quiere mandarlo a uno a la porra “vaya a freír caribañolas”. No sé por qué no se le ha ocurrido. 

Cuando la yuca está cocida se muele con el famoso molino Corona multiusos. Sirve para moler carne, maíz, lentejas, fríjoles y como ocurrió en casa de Paula, para poner a prueba la convicción de un futuro yerno, quien se pasó unas 2 horas moliendo yuca. 

 Una vez molida la yuca, se le agrega un poquito de harina, según Piedad, para impedir que la caribañola explote durante la cocción, lo cual anularía los eventuales planes malvados. Si este dato no aparece en las recetas oficiales, yo le creo a Piedad. Sus padres eran los proveedores oficiales de fritos del barrio durante toda mi adolescencia.


Las caribañolas se forman al coger la masa de yuca, darles una forma de piragua, introducir el relleno de carne, pollo o queso y cerrarlas. A partir de este momento la opción tradicional y potencialmente malvada consiste en freírlas en aceite bien caliente. La opción light y segura consiste en embadurnarlas con aceite y hornearlas durante 30 minutos, volteándolas a los 15 minutos de cocción. La apariencia no es la misma, pero la consciencia estará más tranquila. En la cocina de Paula esta última opción nos pareció más adecuada cuando la olla de aceite comenzó a estallar como las antiguas fiestas patronales barranquilleras.



Pasé un par de días con Paula en torno a la gastronomía tradicional costeña, compartimos datos culinarios, bromas e historias. Y por fin me sentí en casa. 

 P.D. Gracias Paula por tu acogida, por tu compañía y por el cariño que me brindaron en ese par de días. Te deseo un muy feliz cumpleaños, con el retraso que caracteriza la mayoría de las iniciativas costeñas.



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